Kafka lo quería quemar todo.Un tal Max Brod, que decía ser su amigo, rápidamente comprendió el mensaje y publicó todo lo que tenia a su alcance. Lejos de morir, la permanencia de Kafka en el mundo comenzaba a disputarse. Este escritor no es ni un desesperado, ni un revolucionario, es un testimonio iluminador. Su obra es una lucha sin esperanzas (Francesc-Lluís Cardona, 1994).
Es que Kafka moldeó el concepto de existencialismo, fundó bases sobre lo que el siglo XX viviría, una constante lucha contra las condiciones planteadas por el Sistema vigente. Pero esta "batalla" la dio desde el costado más original, una metodología de escape, una observación viral de las cosas a través de las palabras: el hermoso juego de la escritura. Y así fue que el fuego ascendió sin detenerse, así fue que el cielo no fue más azul, y todo el humo de la imaginación que emergía de su literatura, cubrió las calles de matices inciertos. Los ojos de Kafka se abrieron una vez más.
Pero suponer que los "demonios internos", que el insomnio o que sus continuos dolores de cabeza dieron pie a su basta calidad literaria, es reducir al mínimo las pretensiones de su obra. ¡No! En efecto, lo interesante radica en cómo todo eso se transforma continuamente. Dicho de otro, lo mejor de Kafka ocurre después de esos eventos. A veces temo caer en la trampa del marketing del escritor perturbado y solitario que me muestran para magnificarlo y eso sería grave porque estaría contemplando la idea de que textos como "Carta al Padre" o "la metamorfosis", están basados en sus "experiencias", olvidándome del retrato textual que plantea sobre las relaciones sociales, olvidándome de la proeza llamada Ficción. Y en esta re-construcción del mundo que él plantea entran en juego, los hilos de un Universo atormentado, quebrado, desgajado. Los ojos de Kafka se ponen en un rincón y observan creando el ambiente justo para el relato pensado. Ricardo Piglia lo dice mejor "Kafka nos ayuda a responder la cuestión de la relación entre Literatura y política, o de qué manera la literatura trabaja lo social" (Ricardo Piglia, 2007)
Fluye a través de sus pupilas la tensión entre lo que se percibe y lo que el mundo puede llegar a ser...Literatura en constante evolución.
Borges suponía que cada escritor construye a sus precursores, Max Brod entendió ese mensaje, sabía que iniciar el fuego hubiera cerrado muchas puertas. No lo quemó físicamente, decidió que lo mejor era incendiar el alma de cada de lector de Kafka para generar tramas, nuevas generaciones de escritores, en definitiva, incendiar el alma para que los ojos de F.K siempre permanezcan abiertos.
Algunos textos de Kafka.
Pequeña Fábula. (1905)
¡Ay! -dijo el ratón-. El mundo se hace cada día más pequeño. Al principio era tan grande que le tenía miedo. Corría y corría y por cierto que me alegraba ver esos muros, a diestra y siniestra, en la distancia. Pero esas paredes se estrechan tan rápido que me encuentro en el último cuarto y ahí en el rincón está la trampa sobre la cual debo pasar.
-Todo lo que debes hacer es cambiar de rumbo -dijo el gato... y se lo comió.
El buitre (1920 )
Erase un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía la obra.
Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.
-Estoy indefenso -le dije- vino y empezó a picotearme, yo lo quise espantar y hasta pensé torcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies: ahora están casi hechos pedazos.
-No se deje atormentar -dijo el señor-, un tiro y el buitre se acabó.
-¿Le parece? -pregunté- ¿quiere encargarse del asunto?
-Encantado -dijo el señor- ; no tengo más que ir a casa a buscar el fusil, ¿Puede usted esperar media hora más?
- No sé -le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí -: por favor, pruebe de todos modos.
-Bueno- dijo el señor- , voy a apurarme.
El buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba. Un sueño (1914-15)
Josef K. soñó:
Era un día hermoso, y K. quiso salir a pasear Pero apenas dió dos pasos, llegó al cementerio. Vió numerosos e intrincados senderos, muy numerosos y nada prácticos; K. flotaba sobre uno de esos senderos como sobre un torrente, en un inconmovible deslizamiento. su mirada advirtió desde lejos el montículo de una tumba recién cubierta, y quiso detenerse a su lado. Esse montículo ejercía sobre él casi una fascinación, y le parecía que nunca podría acercarse demasiado rápidamente. De pronto, sin embargo, la tumba casi desaparecía de la vista, oculta por estandartes que flameaban y se entrechocaban con fuerza; no se veía a los portadores de los estandartes, pero era como si allí reinara un gran júbilo.
Todavía buscaba a la distancia, cuando vió de pronto la misma sepultura a su lado, cerca del camino; pronto la dejaría atrás. Salto rápidamente al césped. Pero como en el momento del salto el sendero se movía velozmente bajo sus pies, se tambaleó y cayó de rodillas justamente frente a la tumba. Detrás de ésta había dos hombres que sostenían una lápida en la tierra, donde quedó sólidamente asegurada. Entonces surgió de un matorral un tercer hombre, en quién K. inmediatamente reconoció a un artista. Sólo vestía pantalones y una camisa mal abotonada; en la cabeza tenía una gorra de terciopelo; en la mano un lápiz común, con el que dibujaba figuras en el aire mientras se acercaba.
Apoyó ese lápiz en la parte superior de la lápida; la lápida era muy alta; el hombre no necesitaba agacharse, pero si inclinarse hacia adelante, porque el montículo de tierra (que evidentemente no quería pisar) lo separaba de la piedra. Estaba en puntas de pie y se apoyaba con la mano izquierda en la superficie de la lápida. mediante un prodigio de destreza logró dibujar con un lápiz común letras doradas y escribió: "Aquí yace". Cada una de las letras era clara y hermosa, profundamente inscripta y de oro purísimo Cuando hubo escrito las dos palabras, se volvió hacia K. que sentía gran ansiedad por saber cómo seguiría la inscripción, apenas se preocupaba por el individuo y sólo miraba la lápida. EL hombre se dispuso nuevamente a escribir, pero no pudo, algo se lo impedía; dejo caer el lápiz y nuevamente se volvió hacia K. Esta vez K. lo miró y advirtió que estaba profundamente perplejo, pero sin poder explicarse el motivo de su perplejidad. Toda su vivacidad anterior había desaparecido. Esto hizo que también K. comenzara a sentirse perplejo; cambiaban miradas desoladas; había entre ellos algún odioso malentendido, que ninguno de los dos podía solucionar. Fuera de lugar, comenzó a repicar la pequeña campana de la capilla fúnebre, pero el artista hizo una señal con la mano y la campana cesó. Poco después comenzó nuevamente a repicar; esta vez con mucha suavidad y sin insistencia; inmediatamente cesó; era como si solamente quisiera probar su sonido. K. estaba preocupado por la situación del artista, comenzó a llorar y sollozó largo rato en el hueco de sus manos. El artista esperó que K. se calmara y luego decidió , ya que no encontraba otra salida, proseguir su inscripción . El primer breve trazo que dibujó fué un alivio para K. pero el artista tuvo que vencer evidentemente una extraordinaria repugnancia antes de terminarlo; además, la inscripción no era ahora tan hermosa, sobre todo parecía haber mucho menos dorado, los trazos se demoraban, pálidos e inseguros; pero la letra resultó bastante grande. Era una J.; estaba casi terminada ya, cuando el artista, furioso, dió un puntapié contra la tumba y la tierra voló por los aires. Por fin comprendió K.; era muy tarde para pedir disculpas; con sus diez dedos escarbó en la tierra, que no le ofrecía ninguna resistencia; todo parecía preparado de antemano; sólo para disimular, habían colocado esa fina capa de tierra; inmediatamente se abrió debajo de él un gran hoyo, de empinadas paredes, en el cual K. impulsado por una suave corriente que lo colocó de espaldas, se hundió. Pero cuando ya lo recibía la impenetrable profundidad esforzándose todavía por erguir la cabeza, pudo ver su nombre que atravesaba rápidamente la lápida, con espléndidos adornos.
Encantado con esta visión, se despertó.
Bibliografía
- Borges, Jorge Luis (1951). Kafka y sus precursores (Otras inquisiciones). Ed. Emece
- Cardona, Fransesc-LLuis (1994). Prólogo en Cuentos Fantásticos. Ed Fontana.
- Piglia Ricardo (2007). Entrevista en Revista Sudestada.
- www. Ciudadseva.com.
Ilustración: Robert Crumb
2da ilustración: Luis Scafati
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¡Muy buen texto! El relato "Un sueño" podría haber sido tranquilamente un episodio de "El proceso". Ya que lo mencionás a Piglia, en "Respiración Artificial" éste autor nos muestra un ficticio encuentro entre Franz Kafka y un joven Adolf Hitler del que se desprenden ciertos datos no poco tenebrosos.
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